
La mentira era blanca y por lo tanto no afecto pero llegado su tiempo se enteraron y la mentira llego a su fin. Podía describir el mal rato, la verguenza y todo lo que sentí cuando la mentira se supo. Pero lo raro no era eso que yo sentí en ese momento, lo raro era que la adrenalina de mentir, era como el movimiento de una montaña rusa ese cosquilleo y unas nauseas falsas porque aunque sabes que se va a terminar siempre se miente para estar mejor y antes de que acabe, lo estás.
Al igual que las mentiras las montañas rusas son enroscadas y hay muchas personas que pueden estar en ellas.
A nadie le gusta que le mientan ya que eso lleva a la desconfianza. Lógico, nadie confía en alguien con el hábito de mentir. Pero la vida es tan confusa, si a nadie le gusta mentir ¿Por qué mentimos? Con esa duda volví a ir con mi mamá, la cuestioné.
-No, a nadie le gusta, pero es como el amor- intento explicarme.
-¿Cómo es el amor?
-Cuando nos enamoramos queremos lo mejor para la otra persona y a veces nos lastimamos nosotros mismos con tal de que la otra persona sea feliz.
- ¿Por qué hacemos eso?
-Porque cuando amas a alguien tienes que dejarlo ir, amor.
-¿Y eso en que se relaciona con lo otro mamá?- le reproché.
- La mayoría de las mentiras intentan encubrir sentimientos o son para que una persona determinada no sufra, lo que le hace pensar a las personas que la mentira es el boleto de salida.
No entendía que me había intrigado más; la pregunta o la respuesta.
Pero mi nueva duda era ¿ es la mentira la que duele o es a caso la verdad?
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